Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio en esta
guisa:
-Patronio, un hombre me dijo una razón y mostrome la
manera cómo podía ser. Y bien os digo que tantas maneras de aprovechamiento hay
en ella que, si Dios quiere que se haga así como él me dijo, que sería mucho de
pro pues tantas cosas son que nacen las unas de las otras que al cabo es
muy gran hecho además.
Y contó a Patronio la manera cómo podría ser. Desde que
Patronio entendió aquellas razones, respondió al conde en esta manera:
-Señor conde Lucanor, siempre oí decir que era buen
seso atenerse el hombre a las cosas ciertas y no a las vanas esperanzas pues
muchas veces a los que se atienen a las esperanzas, les acontece lo que le pasó
a doña Truhana.
Y el conde le preguntó como fuera aquello.
-Señor conde -dijo Patronio-, hubo una mujer que tenía
nombre doña Truhana y era bastante más pobre que rica; y un día iba al mercado y
llevaba una olla de miel en la cabeza. Y yendo por el camino, comenzó a pensar
que vendería aquella olla de miel y que compraría una partida de huevos y de
aquellos huevos nacerían gallinas y después, de aquellos dineros que valdrían,
compraría ovejas, y así fue comprando de las ganancias que haría, que hallóse
por más rica que ninguna de sus vecinas.
Y con aquella riqueza que ella pensaba que tenía,
estimó cómo casaría sus hijos y sus hijas, y cómo iría acompañada por la calle
con yernos y nueras y cómo decían por ella cómo fuera de buena ventura en llegar
a tan gran riqueza siendo tan pobre como solía ser.
Y pensando esto comenzó a reír con gran placer que
tenía de su buena fortuna, y riendo dio con la mano en su frente, y entonces
cayóle la olla de miel en tierra y quebróse. Cuando vio la olla quebrada,
comenzó a hacer muy gran
duelo, temiendo que había
perdido todo lo que cuidaba que tendría si la olla no se le quebrara.
Y porque puso todo su pensamiento por vana esperanza,
no se le hizo al cabo nada de lo que ella esperaba.
Y vos, señor conde, si queréis que los que os dijeren y
lo que vos pensareis sea todo cosa cierta, creed y procurad siempre todas cosas
tales que sean convenientes y no esperanzas vanas. Y si las quisiereis probar,
guardaos que no aventuréis ni pongáis de los vuestro, cosa de que os sintáis por
esperanza de la pro de lo que no sois cierto.
Al conde le agradó lo que Patronio le dijo e hízolo así
y hallóse bien por ello.
Y porque a don Juan contentó este ejemplo, hízolo poner
en este libro e hizo estos versos:
A las cosas ciertas encomendaos y las vanas esperanzas, dejálas de lado
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